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EL ÁNGEL DEL PÁRAMO

El Río Bogotá nace a las afueras del municipio de Villapinzón, Cundinamarca; más específicamente , en Páramo de Guacheneque y está protegido por el llamado ángel del páramo, el señor Vidal González. Desde que tenía cuatro años, Vidal recorría con su padre y abuelo las 8.900 hectáreas del bosque andino. De ellos aprendió el nombre de cada especie de flora y fauna del páramo y sus poderes curativos. Con el tiempo  dejó de ver en los cerros a los osos de anteojos, los venados de cola blanca y a las truchas en la laguna. A sus 70 años, lleva 30 años siendo el guardabosque y ya prepara a su hijo para ser el próximo guardián del páramo. Su familia, de origen campesino, cuida animales y cultivos en la zona de Chaquezá, a las afueras de Villapinzón.

 

 El principal trabajo del guardabosque, más allá de la vigilancia continua de las tierras, a pie o en su moto, es la concientización de la ciudadanía sobre la importancia de cuidar este ecosistema. Los páramos son una de las fuentes hídricas más importantes de los Andes y de Colombia, pues son el origen del agua que abastece al 70% de la población del país. Vidal sensibiliza al respecto con visitas guiadas  por estas tierras y trabajando en los villapinzonenses  un sentido de pertenencia. En todos los años que lleva, ha sembrado más de 77.000 árboles en jornadas de reforestación, buscando salvar el río que llega a 42 municipios y abastece a 9 millones de personas. 

 

Preocupado por la persecusión que tienen estos bosques para negocios mineros, como es el caso del Páramo de Santurbán, el señor Vidal trabaja desde la Alcaldía de Villapinzón buscando que las personas entiendan que, con el cuidado que merece, al páramo le quedan una infinidad de años. No se puede decir lo mismo para los páramos citadinos —dentro de Bogotá—, llenos de concreto, basura e incendios. 


En la actualidad, especies como el cangrejo sabanero luchan por sobrevivir en el río. Iniciativas como Ecoparque Sabana han funcionado, centrándose en la revegetalización de la zona, gestión social, educación ambiental, monitoreo de fauna y flora e investigación científica. No solo se trata de una recuperación del terreno perdido por el exceso de cultivos, la aplicación de químicos y fertilizantes y la sobrecarga ganadera, sino que también se ha vuelto un espacio de educación ambiental. Por medio de la Escuela de Restauración Ecológica, niños menores de 12 años asisten cada 15 días al ecoparque para aprender de monitoreo de aves y cuidado de los humedales. Con esto se trata de dejar un legado.

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